Amor, hay un tránsito que acaba. Una ceremonia que se inicia. Me darás tu cuerpo, me entregarás hasta el último rescoldo de tu semen, hasta la última letanía en que tu sangre será como la que el Cristo derramó, para el perdón de los corderos.
Amor, me darás tu cuerpo. Abandonarás tu piel y será mía. Te llenarás de ausencia, cuando el gallo deje de cantar y yo te haya negado.
Amor, qué nada sin ti, que vacío inmenso sin tus ojos. Qué mirada se encontró la penumbra que me vive, y dejó de desvivirme, dejó de habitar estas manos que sólo quieren encontrar tus manos, estos labios que desean tus palabras, estas pupilas que se llenan de tus lágrimas.
Amor, qué caminos emprendí. La luz me guió entre los riscos, en los caminos empedrados, en las simas. Allí debía descubrir un campo de amapolas, donde crecen las rosas, los jacintos, las siemprevivas que sin marchitarse alojan mi corazón. La muerte es como una aurora fría que me besará la mirada que contempla el interior del amor entre tus brazos.
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