Amor, se me rompen las rosas. Se me quiebran. Me laten en los pechos. Estas tardes oscuras me acompañan en el gemido de la ausencia.
Al encontrarte, se callan los pájaros, el mar se extiende y sus olas palpitan entre miles de amapolas. Junto a ti, las flores me cubren por entero y eres mi alma, y en tus ojos comprendo la promesa. En tus ojos comprendo que el amor es la entrega de la dádiva, la divinidad que no cesa de fluir y que comprende esos sueños en que la imaginación no es otra cosa que el mismo amor crucificado.
El deseo es como un agua que embravece en la medida que late, un corazón entre las piernas entre las que anochece, una madrugada envuelta en astros que aceleran su paso, una luna que se abre entre sus mares.
Concha de sal abierta, hielo que tiembla en su propio frío, gelidez que anuncia la venida del alba, se me anuda el rocío, se me cae la escarcha, todo es plata y luz de plata. En ti las estrellas renacen de su propio negro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario