Mi Amado, ¿sientes en mi cuerpo las huellas que dejaste? ¿Sientes en la boca cómo me laten esos besos que recorriste con los labios?
Amor, te pedí el agua, y me la diste. Te pedí el fuego, y llameaste. Te pedí el aire, y respirabas a mi alrededor entre las flores. Te pedí la tierra finalmente, y la plantaste, y los árboles fueron para mí, para reposar entre las hojas, para beber de su resina y regalarme con su ámbar.
Amor, si la piel se me levanta, si en las ingles el deseo se enardece, si eres el mismo origen de los pétalos que se abren en la carne, tu nombre es el fruto de un delirio entre la fruta, entre los corazones que amnistían las palabras, en el alma que es digna de su verbo, en la luz que se amuralla entre las sombras y que grita su presencia en la blancura, y que a sí misma se oscurece por las noches.
Amor de un solo despertar, que uniste los fragmentos, que quebraste un ayer desmoronado, dame ahora el mismo cielo que miro por tus ojos.
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