miércoles, 13 de enero de 2016

Qué altas las planicies

Amor, qué altas las planicies. Los ciervos huyen de la hierba que hay bajo la nieve. Los lobos los persiguen. Hay amor en sus hocicos. Huelen la sangre, como yo te huelo entre las ingles.
Dime si ves en ese blanco cómo se encarna la ternura, cómo en la piel nacen los relámpagos que habitan la oscuridad, y hacen de esa oscuridad un territorio ávido.
Te daré una rama transparente, un oasis que refulja en medio del desierto para que el agua te mane entre las piernas.
Será dulce y la dulzura será un camino, una posesión de encrucijadas, una vía muerta donde los trenes vuelquen sus entrañas.
Será dulce caer entre tus brazos, llegar a la cima inmensa de las fosas bajo el mar, cuando el océano cubra las estrellas.
Amor, los pétalos han venido y las flores desean la penumbra. A sí mismas se oscurecen, y en ese palpitar sombrío se desuellan.

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