Amor, todavía no es de noche y las palabras fueron mensajeras. Hablaron con las sombras y como pecios que un niño se encontrara, construyeron un castillo para que el alma reposase y se durmiese.
El alma soñó que en los cristales el reflejo era como si Dios mismo se mirara, y se maravillase en su blancura, como si Dios nos amara sin memoria.
Y conociendo este amor y amándolo, ¿dónde quedan los ojos de la noche? ¿Dónde está la caricia de los pétalos?
En su inmensidad el amor discurre en un río plateado, un río que fluye detenido, que respira los peces que se mecen en su fondo, y las algas que huelen a claveles.
El río transcurre por tus ingles. En ellas vive el amor como un agua que se mueve sólo en el pulso del alma.
Mi niño, acontece la luz y todo es luz, todo fulgor, y resplandeces como un corazón que pudiera anhelar la transparencia.
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