Amor, ha amanecido enero en una niebla poderosa, con un sol que hiriendo la traspasa y una luna que se esconde de tus ojos.
Amor, ves cómo se prepara la tormenta, cómo la sangre se decide a detenerse, cómo el corazón sufre por las piedras. Esas piedras secas que el agua no tocó, que no se inundaron en el lecho de los ríos. Piedra árida, nacida en el desierto y perdida en el edén.
Amor, en este frío hay un manantial caliente que transcurre entre mis piernas. Te doy este agua que vive su corriente entre los furores de la tierra como si fueran las raíces de esas rosas que vendrán con el diluvio, cuando cante la lluvia y se adormezca, de amor, entre mis labios.
Lloverá el amor desde los cielos. Lloverá y me llenará la barca con sus flores, con sus racimos blancos de ternura, con sus pétalos rosados de alegría.
Y en ese amanecer dulce como el trigo se desatará la sal de las lágrimas, y un rumor de peces brillará en los océanos.
Amor, venceremos a la aurora. Venceremos el tiempo y su crisálida, seremos la serenidad del transcurrir de los caminos que hay en la memoria.
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