Amor, subí eternamente por las cimas. Pensaba que un día, levantada, llegaría hasta lo alto, y allí reposaría, al ver el cielo cerca, y esos astros que se observan en la plenitud de un corazón sumergido entre la nieve.
Amor, subí y seguí subiendo. La cumbre estaba cada vez más alejada. No me di cuenta de que la vida es ascender la cordillera mientras sorteas en las rocas el musgo húmedo, y en ese solitario caminarse descubres cómo se entierra todo el odio, y que el odio no es otra cosa que la mierda
Amor, subir es desnudarse. Amar es guarecerse. Ir al encuentro de los ángeles, dominando la sombra eterna que quiere inmiscuirse entre las flores.
Mi Amado, hay un renacerse mientras subes. La piel debe mudarse al ritmo del fragor de otro latido, de otra sangre, de un cuerpo distinto del que fue.
Tú me has dado la argamasa, el cemento, las baldosas. Me has dado la pintura. Me has dado el mismo lienzo donde cincelarme la mirada.
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