Amor, qué lejos te confundes. Las nieves van a dar hasta tu origen, hasta donde mana la placenta, donde la sangre surgió como un torrente de cruces divididas.
En mí renaces con el mismo cuerpo, con la misma carne. En mí derrotas el caudal abierto de las sombras. En mí te unes con los jazmines que pongo en tu piel, y con el olor de las flores en los ojos me folla tu mirada.
Amor, que resumes cada día en cada noche, oyes cómo los búhos salpican de latidos el fondo de los árboles, cómo anidan en esas ramas que se elevan, arraigando en el mismo cielo en el que miro pasar las gaviotas.
El cielo me da la luz de tus pupilas, el azul que se comen las estrellas y que entregan cada medianoche. Mi alma se viste de ese azul, y lo contempla, se mira en tus labios, y lo besa, como se besan los amantes, los que le dan a la luna el blanco espejo de la nada.
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