Amor, me embellecí. Corté las flores del ocaso y las dejé en los pies de nuestro lecho, para que resguardasen el brocal de donde salía el agua, para que el alma fuera transparente.
Amor, me desnudé en la hierba. Fulguraba. La vi brillar entre sentencias, entre orillas olvidadas.
Te di mis temblores, los miedos más profundos, las carencias, y me los devolviste puros y magníficos.
Me descubrí en tus ojos. Amor, qué hay en la ausencia que se esconde y no me duele, que puedo esperar por tu mirada, que no importa el tiempo que suceda, que no hay extravío en el latir de las estrellas.
Mi hermosura, hay en el corazón un poso amargo. Es el deseo, y el miedo del deseo. En ti soy como ese pájaro poderoso que no teme sobrevolarse en las alturas, con cada vez más alas, y en las membranas cartilaginosas una fuente que no cesa, y en la fuente un aire cristalino, y en el aire un amor enorme.
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