Amor, hay un embalse en la cumbre que se ciega cuando hay luna, que está lleno de un agua que se encarna en esa noche transparente, en esa noche que dormita y que se sueña con el tiritar de las estrellas.
Amor, hay luz, una luz enorme que surge de tus ojos, y que vislumbra entre los resquicios de la oscuridad una blancura que es la blancura de los ángeles, de las estepas heladas y que oscurece la nieve cuando cae.
Amor, me visten las flores, me viste tu mirada, que desnuda las profundidades de este corazón que busca la penumbra para ver en ella la sustancia más líquida que envuelve las membranas, en ese mar que es ausencia de oleaje, ese mar que carece de mareas y que en las llamas se cubre de ceniza.
Estás en mí. Tus ingles me dan la profecía, la que habla del amor, y comulgo en ti, y te devoro.
Renaces en mi pecho, y con tus pétalos me entregas lo que alumbra, y como un árbol que es savia y resina con raíces, somos hojas y frutos de sus ramas.
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