Amor, se nublan los cristales. Veo cómo surge la ciudad, cómo huele a gasolina. El alquitrán nos transmite su costumbre. El cemento pedalea.
La lluvia golpea las aceras, inunda las cloacas y camino con el agua en las rodillas, apretando el paso entre el barro y las hojas derrotadas que hay bajo mis pies.
El frío se me incrusta como un dardo que un mar me disparara, como si pequeños icebergs se me anegasen y llegaran hasta el fondo de la piel, como reflejos de un dios desnudo.
En el hielo se contiene el amor, y en el barro la belleza. En esas hojas trituradas, convertidas en ruina se oculta su verdor, y en esas ramas que el viento quebró se esconden los brotes que dio la primavera.
Mi Amado, en la lluvia tormentosa que cae hay un abismo, un destejerse de estrellas. El agua se emborracha de viento, y en el aire hay un cúmulo de nubes que florecen.
Amor, el asfalto se convierte en un espejo donde encontrar tus ojos.
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