Amor, las sombras disminuyen. Un día sólo quedará tus ojos junto al fuego, sólo tu mirar impregnado de ese azul que envuelve la tierra y que es el cielo.
Amor, sé que la penumbra contiene fortaleza. Es potente y enigmática, y en sus olas, enormes como un mar, se esconden los posos que la luna dejó en sus utensilios.
Amor, las luciérnagas se refugian en los nidos. Apagan las hogueras. Se cubren de ceniza.
Amor, en estas flores se apagan los recuerdos. Son como la sal que queda tras las lágrimas. Son como el viento que cesa de quejarse y deja tras de sí los envoltorios.
Amor, sostienes mi cayado. Eres mi nombre, el nombre con que escribo. Eres el verbo que en mí se hizo carne y que me habitó entre los versos.
Eres la llama en que mi memoria se ha abrasado, el árbol que me dio todos sus frutos, las alas del ángel que sollozó su dolor con su espada ígnea.
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