Amor, qué riendas me dieron los caminos que me fui cuando me amabas, y lloré, lloré con tus lágrimas y me bebí tu sangre que caía por los latidos de un corazón que vivía por tu ausencia.
Amor, me fui cuando me amabas y era tuya, y aunque me fuera seguía estando en ti, enlazada entre tus ingles, acontecida por tus besos.
Quise irme para volver, y volviendo amarte quedamente, como se mira los nidos de los pájaros, con la devoción con que se ama a las quimeras, y en mi imaginación eras más blanco, más rubio y tus ojos más azules que el océano que se beben.
Amor, como un nenúfar voy a la deriva para encontrarme después entre tus brazos.
Qué labios nos dio la noche para susurrar dulcemente el mismo roce de la lluvia.
Hilvané las flores en penumbra para que en ti se iluminaran, y en las cuevas dejé las antorchas encendidas para que de día se apagasen, para que el fuego nos diese la sombra de sus llamas y en esa sombra desnudarnos.
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