Amor, es suave la noche cuando llega sin que el día se guarezca entre tus brazos. El sol sigue por el cielo, donde tus ojos permanecen siendo azules, sigue en su carretera donde el carro se desboca, donde el invierno quiere seguir amaneciendo unos meses más, y en ese amanecer en tu mirada me floreces.
Amor, como un pájaro que se busca con su guía sobrevuelas las honduras, las que están en tierra y se mantienen en las profundidades de sus besos, en las alas de las espinas de las rosas, que sangran en la frente.
Amor, me miras en las nubes. Como ellas dibujo un espejismo. Como ellas lluevo en la distancia. Y te deseo, con el fulgor de las pupilas, con el pan consagrado de mi casa, con la sangre que se convierte en vino y que bebiste cuando en mí te reducías, cuando en mis sábanas vivía la corona de un Dios que se olvidó de sus zapatos.
El fuego es una vivencia. El aire lo acompaña, y el agua lo quiebra.
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