Amor, me he desatado. Enfurecí, y en mis albas sólo quedan las auroras que tiñen todo con la sangre. En esas mañanas en que amanece más temprano, en esos ojos que ven resplandecer la madrugada, todo es vino y uva, racimo y perdición.
Amor, en estas tardes oscuras como el fondo de los ríos, en que las piedras se enquistan y atormentan, sé que soy como un fuego que no tiene edad, ni la sustenta.
¿Dónde estás que me encierro en ese agua y detengo su fluir? ¿Dónde termina la frontera de ese mar que se extiende por tus ojos? ¿Por dónde crecen los rosales? ¿Qué duración tiene el frío que perdura entre los huesos?
Amarás a mi mismo corazón. Te amaré sobre todas las cosas, sobre los océanos y los pájaros de todos los océanos que se nos posan en los labios.
Amor que marchitas la costumbre, que enciendes la llama en un ayer que se revela en el mañana, dame tu fiebre ponzoñosa, dame tus pústulas, tus heridas y tus dádivas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario