Amor, la escarcha y el rocío cobijarán mis manos, iluminándome de frío.
En este invierno que empieza a acrecentarse hay un sol que se prodiga, que empieza a amanecernos como si nosotros fuéramos las primeras flores que se han perdido desde el inicio de los tiempos.
Amor, en esta tarde que oscurece el ramo de las horas, se despliegan las estrellas. Buscan la luz que engendró la luz, el verbo que fue palabra transgresora y de la nada creó el mismo verbo que impuso su palabra, y el pensamiento fue acto, y el acto fue deseo.
Amor, se quiebran los glaciares. El hielo se incendia con la aurora, prendido de los astros. Deviene espuma, palpitación lunar que grita su sentir en un amago de agua.
Amor, cúbreme de espejos. Que tus ojos puedan ser mis odaliscas, que en tu mirada pueda ver cómo los lagos se extienden ante mí dándome cisnes, y en esa su blancura reflejarme en un cielo más blanco todavía, donde el alba sea principio y fin de los orígenes.
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