Amor, me laten las sombras. Enmudezco. Las palabras son como oraciones que desgrano lentamente, oraciones que musito y que se encienden entre vasos vacíos y colillas, oraciones que llegan hasta la carretera, y el asfalto es pródigo en las ruedas de esos coches que pasan sin cesar, sin cansarse, y cuando llegan a destino se detienen.
Me detengo. Intento invocar la quietud. La mansedumbre. Intento que la soledad se llene de silencio.
Las luces entretienen la mirada que se dirige hacia tus ojos. Se posan en mis ingles y devienen pájaros que buscan a otros pájaros y que volarán desde mis manos.
Es éste el sudor del invierno, el que se aloja en las axilas, y las moja con sal y con la costumbre de la sal, aromadas con incienso.
Amor, la luna muere en el estanque donde el lobo la miraba. La luna muere entre la sangre que el cielo decretó con su peaje.
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