Amor, hay un archipiélago en los mares de la luna. La arena es de plata renacida. La sal son las lágrimas lunares. La luna llora oscuridad, y sus simas son abismos que ignoran la luz y se retienen a sí mismas.
El archipiélago se cubre de esmeraldas. Devastan la luz que las mira. Y son ellas devastadas. Luzbel las llevó en el pecho y las derramó cuando se exilió en los infiernos.
Amor, qué hermosuras me nacen en la piel y en sus cuevas se me esconden. Son como frutos de árbol que transciende el tener ramas y hojas.
Los rumores son cálidos, y se atenúan en sus brisas. Es la palabra del Cordero, la sangre de este verbo que nació cuando crucificaban las estrellas.
Amor, ¿qué palpitación oculta el mar? ¿Qué ancla se ve desde el naufragio? ¿Qué crece debajo de las flores? ¿Qué flores te reviven? En mi pensamiento aparecen las violetas como las últimas flores que dará la primavera.
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