Se me abre el humedal, se me entrega una loca pasión iluminada. Mi hombre, llegaremos juntos hasta el río que detendrá sus aguas, nos cubrirá con las noches que hay en los azares, y el azar jurará sobre promesas y entre promesas dirá nuestro destino.
Amor, en tus ojos veo cómo el mar se desentiende. Es un mar para bañarse y cubrirse con el tiempo. Cubrirse con la sal que no transcurre, en las aguas eternas que se mueven de forma inadvertida, donde los barcos grises varan y donde los ángeles los guían.
Amor, las flores se me encienden. Ansío tu cuerpo y en tu alma encuentro lluvia amanecida, una aurora que permanece entre mis piernas con un deseo inagotable.
Mi primavera, lates en los nidos. Eres brisa hambrienta de viento, luz anunciadora. Te viertes sobre mí como un cielo que derrama el esperma de Dios.
Amor, cómo me unes, cómo en el barranco encuentro la claridad de tu mirada, cómo sin buscarte subí por el espejo y contemplé la cara de la eternidad.
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