Amor, estás dentro de las rosas, dentro de los besos. Vives en mi alma, allí resides, con pájaros de luz y con palabras que intentan mostrar al mundo este corazón que late por los siglos, en un tiempo de cristal que no refleja la hondura de los ojos.
Amor, en este lado del cristal miro cómo la noche se ha cernido contra mí. En esa oscuridad te puedo ver, reverdezco por las noches, y como un murciélago blanco extiendo mis alas frente al sol que ya se ha ido.
Abro las tumbas, los sarcófagos, entro en los interiores de las cárceles, elevo mis plegarias y veo cómo vienes, cómo extiendes tus mares junto a mí, y luego me abandonas.
Como en un precipicio salto para llegar al punto de inflexión donde las olas se vuelven horizonte y desde allí el cielo parece más lejano que en la orilla de la playa.
Amor, que todo das, y a quién todo doy, dime si en la premura de este deseo hay un corsario dispuesto a asaltar las naves blancas para poner en el mástil su bandera.
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