Amor, ha oscurecido. Ya no hay jardín donde escuchar cómo cantan las alondras. Se fue el sol y con él se han ido las estrellas. No hay luna en este cielo negro que dibuja el vacío de la ausencia.
Amor, miro hacia arriba y veo ángeles que luchan entre sí. Los ángeles quieren ser esa luz que me carece, quieren llenar la nada con su flamígera mirada, quieren llevar sus alas en la noche y convertir la oscuridad en transparencia.
Amor, tu semen es sangre de huella, rastro que permanece virgen, corazón de un velo quebrantado por el silencio en sombras que grita sin voz tu nombre por los arrabales del perdón.
Mi sangre es blanca por tu esperma. Me lo inoculaste y ahora me circula, como un coche que busca aparcamiento, como una motocicleta atómica, como una partícula en el cemento que será base de una casa, un edificio también blanco, como la nieve antes de caer, como una nube que trajera un niño albino en su semblante, y en tu polla blanca hubiese un pequeño lunar claro, una señal, un prodigio luminoso.
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