Amor, qué espacios prometí, qué distancia se me impuso como ley, qué aullidos escuché desde la cama: los de los míseros, los que no saben entrever en las sombras la belleza.
En el camino divisé el mundo: era amplio, y se extendía y era mar, y se elevaba y descendía por los valles, y allá lejos el océano rugía como rugen los árboles en invierno, y en los árboles el bosque oscurecía ese sol que vela por nosotros.
Amor, que vives oscuro, que te ocultas y te callas, que sabes a esperanza, a eterna alegría, a la felicidad más arrogante, dime si en mis palabras se ocultan los temores, los miedos vacuos, los deseos más irreprimibles, la sed que todo lo devora.
Amor de estaño, plata y bronce, conoces mis garfios, mis dientes tristes, mis uñas afiladas, la sangre de las uñas afiladas, el sueño que derrite las imágenes, los nombres escondidos.
Amor de lugares vacíos, de sombríos lares, amor umbrío que das luz en los alrededores de los páramos donde la nada es vencida en la palabra.
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