Amor, me extravié. Te busqué por si yacías entre la sombra de las noches, por si los papagayos te habían visto caminar entre sus alas, por si hablabas con las nubes y pedías el sobreseimiento de la oscuridad.
Te busqué en mi pecho por si allí habías caído, te busqué en mis ingles por si estabas, y no te encontré hasta llegar a las estrellas. Allí, en una pequeñita habitaste un pozo oscuro y no se te veía desde el suelo.
Quisiste esa estrella más que a mí. Yo no te daba la luz que ella te daba, yo no tenía entre mis piernas un pozo tan enorme, no había en mí ninguna oscuridad donde reposar de tu destino.
Amor, me convertí en astro una noche que suspiraba por tenerte. Le pedí al ángel que me diera la luminosidad de Venus, de las Pléyades, y que también me concediera la distancia de una Andrómeda para llegar hasta tu cuerpo, hasta tu alma sombría y desgastada, y se me dio, y a cambio yo di mi vida en esta tierra que a veces lloro en este espacio en que puedo amarte siendo el fulgor que anida entre tus ojos.
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