Por las mañanas aparece siempre el sol. ¿Y si un día no volviera? ¿Y si se quedase envuelto en esas telas que lo cubren por la noche, entre las sábanas oscuras y las mantas coloradas de la luna?
¿Y si se escondiese de nosotros, si se cubriera con las hiedras que oscurecen las estrellas?
Amor, no te me escondas, no te repliegues a los valles donde nunca nadie fue, de dónde nunca nadie ha regresado.
Dime si en mis labios puedes encontrar el camino que derrapa hacia los cielos, el sendero único donde sólo se pasea en una dirección, la escalera que sube sin cesar hacia los desvanes de los ángeles.
En el sótano guardo un espejismo. Es de miel, como los lunares que te cubren, ese mar de lunares que en voz baja susurra una oración y a sí mismos se suplican.
Amor, que testimonias el desierto adonde fuiste, que te viste con la zarza y con la luz en que esa zarza decrecía, dime si en la arena construiste un templo con mi ofrenda.
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