Amor, te di un ramo de brillantes para que te los pusieras en el pelo, para que te los pusieras en los labios, para que me dieras los besos que guardaste para mí, los besos que eran míos y esperaban mis labios para dármelos.
Amor, en el océano los perdiste y en el agua no los encontraste, y yo los esperaba. Me diste un ramo de amapolas para que las pusiera entre los pechos, para que me las pusiera entre las ingles y que allí se derramaran los besos de las flores, y yo los deseaba de tu boca.
Como no los podías encontrar me diste el océano, para que el agua me besara, para que me diera entre las olas los ramos de amapolas y los besos, y sumida en el horizonte que hay más allá de la mirada te buscase entre las ninfas y las hadas.
Entre las ninfas y las hadas hay un hombre con brillantes en el pelo, con escamas de serpiente entre las piernas, con un falo que adoro y que es más mío que la existencia de los duendes, y al que entrego el amor que me nace de las vísceras con el ansia de su esperma.
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