Amor, me desviví. Me trotaron los jamelgos del alba, y entre lunares de luces pequeñitas pude entrever cómo tus labios me incitaban. Dudé, no tengas miedo, me dijiste en voz muy baja, y yo temí perderme entre los mares, y en el trono te dije que te amaba, que eras mi lluvia, mi aire de agua, mi escarcha y mi rocío.
Amor, me entregaste un ramo con la nieve y yo te di la arena, te di los bosques que rodean el castillo para que pudieras entrar con una llave grande, oscura como el beso que te di todas las noches, la llave de mi infancia. Yo era niña y veía esa llave en manos de mi abuelo, y me dormía.
Amor, en ti despierto. En ti soy un pedazo de urna amanecida, un canto de los lobos, un espectro que recorre pasadizos buscando el amor que me entregaste, el amor que me esperaba y me decía que era hermosa, y en tus brazos fui la bella más bella entre las bellas porque tú me embellecías, porque tus ojos me ofrecían la hermosura, y esa hermosura desnudaba mis defectos, y en el amor desparecían y todo era alma, y el alma me llovía.
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