Amor, sucedí en las aguas, cuando las lluvias me trajeron la inmovilidad del frío, cuando me visitaron las caléndulas tras el cristal de la ventana y me dieron todo el polen que las mariposas se habían olvidado.
Amor, sucedí a principios del invierno, cuando los brotes aún tienen que nacer, y surgió el alma y el fuego de ese alma enloqueció en las cordilleras, en esos tramos altos donde las gamuzas se enzarzaban en luchas con la nieve, que poblaba de blanco las praderas donde yo me sucedía.
Amor de estribadero, que acunas y acallas el silencio, me dirás si en el blanco de la calma puede aparecer el negro de una noche que disfruta con el canto de esas estrellas robadas a la eternidad, cuando el muro muere lentamente y la luna se silencia.
Amor de esparto que eres alba, río creciente de los días, aceleras el deseo y los recodos donde vive, donde se expone a la mirada de la luz, mientras los ojos crecen y la pupila se entreabre como si en lugar de agua corriese la lava en su camino.
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